sábado, 17 de diciembre de 2011

Vampire Academy

Mis labios se encontraron con los suyos, y aprendí algunas cosas. Una de ellas es que era posible atraparlo totalmente por sorpresa. Su cuerpo se congeló y encerró, sorprendido por el repentino giro de los acontecimientos. También me di cuenta de que era tan buen besador como recordaba.




Una idea me golpeó tan rápido que no me paré a analizarla. Sólo actué. Mi cuerpo podía estar limitado, pero tenía la cabeza y el cuello lo suficientemente libres para moverme y besarlo.




- Tienes un ángel de la guarda. - No creo en ángeles, confío en lo que soy capaz de hacer por mí misma.




Los dos anhelábamos la acción. Ambos queríamos ser útiles, para ayudar a quienes nos importaban.




Lo ataqué bruscamente, tratando de escaparme y levantarme de debajo de él. Lo máximo que logré hacer fue rodar sobre mí misma antes de que me agarrase otra vez, ahora echada hacia atrás en la cama. Al estar tan cerca de él, su cara, sus labios, el calor de su piel contra la mía. Bueno, al parecer todo lo que había logrado era ponerme en mayor desventaja.




- Un día ¿No puedes esperar ni un día? - Tal vez si hubiésemos ido a un hotel mejor. Con cable. - Este no es momento para bromas, Rose. - Entonces déjame hacer algo, cualquier cosa. - No puedo.




- ¿Has robado este coche? - Tienes un interesante conjunto de moral. Escapar de la cárcel esta bien. Sin embargo, robo un coche y suenas totalmente indignada.




-Bueno, haré lo que digas. Solo recuerda no hablarme de forma condescendiente. No soy una estudiante más, ahora soy tu igual. - Tú siempre has sido mi igual, Roza.




No importa lo que piense todo el mundo sobre las decisiones que tomaste, no importa cuán felices estén con esta situación, ya sabes, yo se que lo sabes, que nunca te fallé cuando nuestras vidas estaban en juego. Sé que confiabas en mí en el pasado, confía en mí ahora.




Estar conmigo era, sin dudas, la opción equivocada. Sólo tenía que convencerlo.




Ah, mi hija. Dieciocho, y ya está acusada de asesinato, ayudar a criminales y ha adquirido una cuenta de muerte más alta de la que la mayoría de los guardianes nunca verá. No podría estar más orgulloso.




Esta no es una despedida, pequeña dhampir. Te veré en tus sueños.




Sí, bueno, se supone que estoy loco ¿no es así? Y no hay mucho que no haría por ti. Mientras más estúpido mejor.



Era mejor arriesgarse a vivir como un fugitivo, y si la muerte llegaba, mejor enfrentarla peleando.




Rose, si te escapas, estas confirmando tu culpa. Serás una fugitiva. Si los guardianes te encuentran, no se necesitará un juicio o una sentencia para matarte cuando te vean.




¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había arriesgado su vida por mí? ¿Era una reacción instintiva a una amenaza? ¿Lo habría hecho como favor a Lissa, a quien había jurado servir? ¿O realmente lo había hecho porque todavía sentía algo por mí?




A veces la mayor prueba de nuestra fuerza son situaciones que no parecen obviamente peligrosas. A veces sobrevivir es la más difícil de todas.




Todavía no estaba del todo enterada de lo que había heredado de Abe, pero parecíamos compartir claramente un rasgo: la capacidad inquebrantable de dar malas noticias.




A veces hasta me sentía un poco mal por los criminales, condenados a vivir en una celda. Ciertamente no esperaba pasar mi vida en una.



Abre los ojos, Rose. Roza. No te duermas en mis brazos, aún no.



Y entonces, de pronto, apareció él, estaca en mano, corriendo por el pasillo como si fuera la muerte vestida con un guardapolvo.




Estás bendecida por la sombra. Has atravesado el río de la muerte, has pisado la otra orilla y has regresado. ¿Acaso piensas que eso no deja una huella en el alma? Tienes una percepción de la vida y del mundo mayor que la mía, incluso aunque no te des cuenta.




Esa mirada suya tan fría y tan diabólica estuvo a punto de provocarme un síncope porque revelaba que ya no caminaba entre los vivos, delataba que ahora era una strigoi.




A veces es preciso sortear los caminos establecidos.




Él reaccionó sin dejarme terminar de hablar: parecía un dios airado mientras se vestía de forma precipitada.




Pero ¿qué había sido todo aquello? ¿Una ilusión? ¿Un engaño? De camino hacia el coche, me había dicho que habíamos actuado impelidos por un hechizo de coerción fijado en el collar, una coerción de lujuria.




Movió sus labios sobre los míos, con suavidad en un primer momento y luego con mayor fuerza y avidez. Ese beso suyo me encendió.




Avancé hacia él una vez más. Él extendió las manos y me sujetó por las muñecas. Saltó un chispazo en cuanto nos tocamos y fue como si ambos sufriéramos una descarga eléctrica.




Me soltó las muñecas y sus manos empezaron a deslizarse por la piel de mis brazos, subiendo muy despacio. Me atrajo hacia él sin apartar de mí sus negros ojos relucientes por el deseo y me estrechó contra su cuerpo.




Alzó una mano hasta situarla alrededor de mi nuca y enroscó los dedos entre los mechones de mi cabello mientras ladeaba mi cabeza y acercaba mi rostro al suyo. Se agachó hasta rozar mis labios con la boca...




Me embargaba un deseo tan ardiente de ser tocada por él que apenas era capaz de soportarlo.




Él me miraba, me miraba, sólo me miraba.




Evitó las venas, como de costumbre, pero esta vez las incisiones fueron más profundas. Los tajos dolían de forma considerable, sin embargo, con ese comportamiento, ella era capaz de concentrarse en el daño físico y distraerse del desconsuelo moral, y de ese modo sentía que conservaba el control de la situación.




Sí, Roza, te quise, aún te quiero. Me gustaría... que pudiéramos estar juntos.




Tragué saliva y dejé de mirarle los labios. Había estado fantaseando con cómo sería besarle, una posibilidad que me excitaba y me atemorizaba a partes iguales, lo cual era una estupidez, pues había besado a un montón de chicos y jamás le había dado más importancia.




Se echó hacia atrás levemente a fin de poder verme, pero ninguno de los dos dijo nada. Sus ojos eran dos lagunas hondas de aguas tan negras que me entraron ganas de zambullirme en ellos de cabeza. La continua contemplación de los mismos encendió en mi interior un fuego que me hizo sentirme como si fuera una caldera donde ardieran las llamas.



La posibilidad de salvar la distancia existente y poner mis labios sobre los suyos hacía que el mundo diera vueltas a mi alrededor.




No. Si me permito amarte, no me interpondré entre ellos y Lissa... te protegeré a ti.



-Vamos, no hace más que buscar pelea y hablar de nosotras a nuestras espaldas. Ayer me acusó de haber conseguido mis jeans en el Ejército de Salvación.
-Pero si allí los conseguiste.
-Bueno, sí -bufé-, pero eso no le da derecho a reírse del tema cuando ella va vestida de Target.
-Oye, no hay nada de malo en vestirse en Target. A mí me encanta.
-Y a mí, pero ésa no es la cuestión. Ella va luciéndolo como si fuera un puto Stella McCartney.
-¿Y eso es un crimen?
Puse un rostro solenme
-Para nada. Pero debes vengarte.


-Ya, bueno, todos debemos hacer cosas que no nos gustan. La vida es así.
Saltó el botón de mi mal genio.
-¿Quién te crees tú que eres?¿Un programa de la tele para adolescente?
Una sonrisa turbadora presidió su rostro durante unos segundos.
-Sería divertido salir contigo si no fueras una psicótica.
-¡Caramba! Eso mismo pienso yo de ti.
No dijo nada más, pero ensanchó su sonrisa antes de marcharse.


-Eh, Mason, sécate la baba. Si vas a imaginarme desnuda que sea en tu tiempo libre.
-Éste es mi turno, Hathaway. Hoy soy yo quien dirige la sesión.
-¿Ah, sí? - le repliqué burlona- Vaya, pues.En fin, entonces supongo que es una buena ocasión para que pienses en mí desnuda.


-¿Qué tal te sientes ahora?¿Qué tal después de tanto entrenamiento?
-Me siento fatal.
-Te sentirás todavía peor mañana.
-¿Así que...?
-Así que mejor ponerse a entrenar ahora mientras aún no te sientes... tan mal.
-¿Qué clase de lógica es ésa? -le recriminé.



- Roza, Roza… – murmuraba Dimitri como una letanía. Me gustaba el sonido de mi nombre pronunciado por él en ruso

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