Los que sobreviven en este oficio, son los que tienen prioridades, y no principios.
Uno no sabe lo que es la sed, hasta que bebe por primera vez.
Por entonces, la muerte no vivía aun en el anonimato y se la podía ver y oler por todas partes, devorando almas que todavía no habían tenido tiempo ni de pecar.
Nunca subestimes la vanidad de un escritor, especialmente de un escritor mediocre.
Se conoce que, en las fases mas avanzadas del cretinismo, la falta de ideas se compensa con el exceso de ideologías.
Una religión viene a ser un código moral que se expresa mediante leyendas, mitos o cualquier tipo de artefacto literario a fin de establecer un sistema de creencias, valores y normas con los que regular una cultura o sociedad.
La justicia es una afectación de la perspectiva, no un valor universal.
El silencio hace que hasta los necios parezcan sabios durante un minuto.
La historia es el vertedero de la biología.
Toda oportunidad de negocio parte de una incapacidad ajena de resolver un problema simple e inevitable.
El hombre es un animal moral abandonado en un universo amoral y condenado a una existencia finita y sin otro significado que perpetuar el ciclo natural de la especie.
La naturaleza es un gran mercado libre.
El incompetente siempre se presenta a si mismo como experto, el cruel como piadoso, el pecador como santurrón, el usurero como benefactor, el mezquino como patriota, el arrogante como humilde, el vulgar como elegante, y el bobalicón como intelectual.
Quiero que me traiga una narración que despierte el alma.
Un acuerdo de honor no se puede romper porque rompe a quien lo ha suscrito.
¿Por que sera que cuanto menos tiene que decir alguien lo dice de la manera mas pomposa y pedante posible?
La teoría es la practica de los impotentes.
[Sobre las fabulas]Nos enseñan que los seres humanos aprenden y absorben ideas y conceptos a través de narraciones, de historias, no de lecciones magistrales o de discursos teóricos.
Todos los libros sagrados, son ante todo, grandes historias cuyas tramas abordan los aspectos básicos de la naturaleza humana y los sitúan en un contexto moral y un marco de dogmas sobrenaturales determinados.
La vejez es una vaselina de la credulidad.
La rutina es el ama de llaves de la inspiración.
Nada nos hace creer mas que el miedo, la certeza de estar amenazados.
Basta convencer al santurrón de que esta libre de todo pecado para que empiece a tirar piedras, o bombas con entusiasmo.
Por algún extraño motivo, siglos de supuesta civilización nos han conducido a una situación en la que uno no puede ir arrimándose a las mujeres por las esquinas, o proponiéndolas matrimonio así como así.
Los libros son la única cosa que no se roba.
Esto es sólo el principio. En diez años yo seré el aprendiz y tú el maestro.
Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.
Nada es justo. A lo máximo que se puede aspirar es a que sea lógico. La justicia es una rara enfermedad en un mundo por lo demás sano como un roble.
La literatura, al menos la buena, es una ciencia con sangre de arte. Como la arquitectura o la música.
- Confieso entonces que no sé nada.
- Siga por ese camino y encontrará los pasos del gran filósofo. Y por el camino lea la Biblia de cabo a rabo. Es una de las más grandes historias jamás contadas. No cometa el error de confundir la palabra de Dios con la industria del misal que vive de ella.
Es la letra la que entra con sangre. No a la inversa.
No hablo con nadie, monologo. Prerrogativa del beodo.
-¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? - preguntó la bibliotecaria.
Negué. - Que sólo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños.
No se aprende nada importante en la vida. Simplemente se recuerda.
El tiempo lo cura todo, pensé, menos la verdad.
- La envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá.
- Tiene usted mala cara - dictaminó.
- Indigestión - repliqué - ¿De qué? - De realidad.
Uno acaba convirtiéndose en aquello que ve en los ojos de quienes desea.
- Me alegro, porque es posible, y subrayo posible, que ese momento no llegue nunca, que no te enamores, que no quieras ni puedas entregarle la vida a nadie y que, como yo, cumplas un día los cuarenta y cinco años y te des cuenta de que ya no eres joven y que no había para ti un coro de cupidos con liras ni un lecho de rosas blancas tendido hacia el altar, y la única verguenza que te quede sea robarle a la vida el placer de esa carne firme y ardiente que se evapora más rápido que las buenas intenciones, y que es lo más parecido al cielo que encontrarás en este cochino mundo donde se pudre todo, empezando por la belleza y acabando por la memoria.
Donde mis compañeros veían muescas de tinta en páginas incomprensibles yo veía luz, calles y gentes. Las palabras y el misterio de su ciencia oculta me fascinaban y me parecían una llave con la que abrir un mundo infinito y a salvo de aquella casa, aquellas calles y aquellos días turbios en les que incluso yo podía intuir que me aguardaba escasa fortuna.
Sonreí para mí. Incluso las peores noticias son un alivio cuando no pasan de ser una confirmación de algo que uno ya sabía sin querer saberlo.